Pañuelos de seda [libre]

por Invitado Mar Ene 19, 2010 2:02 pm

El vampiro se mueve con delicadeza, acaricia cada tramo de pared y cierra los ojos sin dejar de exhibir profunda satisfacción en su rostro. Frío. Eso es lo que le envuelve en ese instante, aire gélido que hace que el tutú romántico ondee en torno a su grácil figura, los rizos de sangre se pegan a su rostro recogidos con sencillez, no llevaba más que un par de lazos del color de las nubes mientras que el corsé se ajustaba con descaro a su cuerpo, robándole en parte su aspecto etéreo.

Se sentía ligera, era un pañuelo de seda perdido, al que el viento conduce, al que lleva lejos acunándole suave y dulcemente. Cada vez que mata a un niño y toma se sangre se siente igual, sabe que le ha robado parte del alma, y la pureza del infante vagará un rato por su interior hasta que la oscuridad de su ser la devore, tal y como lo hizo con la sangre de la víctima.

Las oscuras calles de Seattle, no tienen ni la mitad del encanto que las de París, las rameras en América son más deslustradas, los mendigos más borrachos y los músicos… ¡ah! Definitivamente pésimos, aborrecibles, con cada nota que hacían salir de sus instrumentos el vampiro sentía que debía darles muerte, cada vez con más violencia y pasión, sin hacer reparos a la hora de repartir dolor.

Sale a una calle, igual de oscura, las luces de neón no alumbran los corazones de los allí presentes, cierra los ojos, antes abiertos, para encontrarse con una escena tan reprobable como la que dejó atrás. Suspira, vuelve a cerrar los ojos, canturrea en voz baja y sigue moviéndose como un pañuelo de seda perdido, al que viento conduce, al que lleva lejos acunándole suave y dulcemente…

por Invitado Mar Feb 02, 2010 11:24 am

Ethan ha llegado a su primer destino. Planeó cada parada en su viaje con emoción el día que decidió que no seguiría caminando con su padre de un lado a otro, con una preocupación extraña en él por los detalles.

Era la primera vez que estaría por su cuenta, y no quería cometer errores, no quería poner en peligro a nadie. Normal, era la palabra que rondaba en su mente incesantemente.

Se había instalado temporalmente en la habitación de un hotel barato y su preciado auto descansaba de un largo viaje en el estacionamiento más seguro que pudo encontrar. Ahora quería conocer la noche en esa ciudad, conocer que lo esperaría de ahora en adelante, porque la noche nunca era la misma, siempre cambiante, siempre fascinante. Su amor por la noche, era una de las pocas cosas que había heredado de su progenitor.

Camina con calma, con el atisbo de una sonrisa permanentemente en su rostro, disfrutando de la última barra de chocolate que ha llevado en sus bolsillos. Sin saber cómo, se ha metido en una zona peculiar de la ciudad, observa la miseria con lastima, su don se activa por si solo, y logra ver el alma de los desdichados que lo acompañan, siente compasión por los que son victimas de una vida injusta, y sus ojos muestran ira cuando conoce los crímenes recién cometidos de otro grupo más alejado. No es necesario se repite a si mismo, hoy no quiere jugar al justiciero, hoy no tiene sed, hoy lo dejará pasar.

Su atención se concentra en otro olor, uno que sabe que significa. Se queda inmóvil, intentando descubrir su procedencia.

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