Hasta el fin del mundo con Nessie

-Llegamos -señalé con una mano libre el primer y único semáforo de la ciudad

Nessie acarició mi cabeza, donde estaba sentada sobre mis hombros, ahí había estado varios minutos en los que llegué corriendo hacia el pueblito de recientes sucesos extraños, al final de la península Olympic, casi hasta el final del mundo donde adoraba estar. Donde era completamente feliz.

Y más allá.

Anduvimos sobre las banquetas e incluso no pocas personas se esforzaron en disimular que me veía terrible y magnamente ridículo. Por no decir un delincuente con una niña feliz en sus hombros, de no haber sido porque algunas veces iba hacia el pueblo con mis amigos. Si no me hubieran conocido, habrían dicho que me la robé.

No, no... ella me robó a mí: desde la micronésima parte de mi cuerpo hasta la última partícula del alma.

-¿Vamos a ir por los ingredientes, pequeñita? ¡Mucho chocolate! Te compraré aún más de los que te di esta mañana ¿ya te los acabaste? -pregunté hacia el cielo, Nessie abrazaba mi cuello.

Sonreí a mis anchas. Como actor de una patética comedia, pero es que en realidad no lo actuaba, era un reflejo del alma.

La bajé con cuidado y fuimos hacia una dulcería.

-Aquí venden los chocolates... y muchos otros artículos, los dulces... ¡Vamos, Nessie! Ahora debo gastarme mis ahorros, es hora ¿quiéres probar otras cosas? Mis favoritos son los checolines con relleno de tamarindo enchilado. Creo que ahí también venden chocolate y cosas para el pastel

Nessie tomó y mano y me agaché demasiado para caminar con ella unos cuantos pasos y darme cuenta que de seguir así, pronto necesitaría un bastón para la joroba que me terminaría saliendo.

La cargué mejor en mis brazos, de modo que se sentará en mi antebrazo izquierdo y pudiera ir viendo todo. Alcancé a ver una pequeñísima parte del chocolate que había terminado de comer... mejor dicho, de devorar. ¡Era de mi misma amplitud de onda!

Cruzamos la calle con cuidado, aunque parecía que los carros tendrían cuidado de chocar conmigo.

Y que lo hicieran... nada podía derrumbarme.

-Los checolines son bolitas rojas rellenas de tamarindo con chile, la cubierta es dulce... muy rica

Ella señaló los chocolates mientras yo hablaba con la persona que atendía, muy amable. Le compré unos cuantos mientras adquiría los productos para hacer el pastel, sólo los pedí, así. No era muy buen chef, pero lo intentaría. Supongo que valdría la pena.

-¡Genial! -en una mano llevaba la bolsa con cosas y en el otro brazo llevaba a Nessie -¿qué lugares quiéres conocer? ¿un parque, quizá? Ahí hay muchos niños

Salimos de la dulcería y me quedé con ella en la banqueta, esperando que de nuevo su mano acariciara mi alma y me dijera qué deseaba.

Supe que quizá había cometido un error, quizá sólo era parte del proceso de cualquier niño: la duda. Me sentí algo culpable porque siempre habría algo que le tendría que ir ocultando conforme pasara el tiempo, hasta el día que ella supiera que era la razón de que siguiera en dos pies y en cuatro patas cuando era un lobo. Estaba viviendo la más pura de las impotencias: cuando sabes que no debes hacerlo y sin embargo deseas explotar con todas tus fuerzas, porque te sucede con la persona más importante de tu poco importante vida.

Pero no se lo podría negar... nada en el mundo, porque ella deseaba ver más niños con todas sus fuerzas. Besé su frente con cuidado y caminé, platicando con ella:

-Sí, pequeño saltamontes... son niños... no precisamente como tú: ellos comen lo mismo que yo, a ellos no les gusta cazar, y a ellos no debes morder.

Ella ladeó la cabeza en un gesto que partía corazones como papas fritas en su bolsa.

¡Zaz, traz! ¡Zaz, traz!

-Ellos son como el abuelito, papá de mamá... tienes que conocerlo, es un tipo genial -ya llegaría el momento ¿no? Bella ni los Cullen podrían esconder eso durante la vida Charlie -. Los niños son frágiles... ¡tengo una idea! Vayamos al parque y conozcamos unos cuantos niños ¡Pero ni papá,mamá, tía Alice o cualquiera de la familia debe de saberlo! Podrían colgarme del segundo piso con las cortinas y ahorcarme, para que me agarres de piñata... ¿estás de acuerdo?

-No, Renesmee Cullen... no te prohibiré nada-dije hecho una mortaja de hombre cuando me abrazó.

Sus bracitos frágiles podrían destruirme en el momento que quisieran, y volver a construirme como un auto descapotable con motor de 8 cilindros. Podría ir hasta el fin del mundo las veces que me lo pidiera, y regresar sin gota alguna de cansancio, porque ella me lo pedía.

-Vamos a conocer muchos niños... ¡muchos, Nessie! Y no te arrepentirás -toqué su nariz con mi dedo índice -. Yo tampoco. Edward y Bella no pueden tenerte como la niña de los bosques. Tú debes ver lo que todos vemos. Las personas te adorarán, pequeña... no imagino que alguien no te adore

Comencé a reírme con efecto retardado por eso de los ahorcamientos y linchamientos por parte de los vampiros.

-Debes conocer enanos... digo, niñitos. Chiquititos como tú -hice un gesto con el dedo pulgar e índice -, así de chiquititos. ¿Estás de acuerdo? ¡Boquita cerrada! -sin deshacer el gesto, sellé sus labios con el pulgar y el índice y ella comenzó a reírse -¿está bien? ¿hacemos un candado los dos?

Acaricié su sedosa mejilla. Un tacto que jamás cambiaría por nada del mundo.

-Candado... hacer un secreto, de nuestro secreto... mira -"sellé" mi boca, cerré con una llavecita imaginaria y "me la comí" -la llavecita jamás la podrá nadie sacar. Debes saber que hay secretos que no deben guardarse, pero en este caso, éste es a tu favor, mi peque ¿lo hacemos antes de irnos?

Preparé mi mano para tocar una vez más sus labios de durazno. No los podía ver de otra manera que no fuera protegerla, no la veía de otra manera que no fuera la de hacerla feliz. Aún no llegaba a mí alguna imagen que sería inevitable en unos años... quizá pocos, por su acelerado crecimiento... quizá muchos... quien sabe. La adoraba.

Me quedé mirándola fijamente a los ojos: pequeña hipnotizante.

-¡Ouch! -fingí mucho dolor -¿nos vamos a buscar niños...? Quiero que conozcas el mundo, Nessie. Que conozcas NUESTRO mundo.